Siempre necesitamos referencias emocionales que nos permitan contextualizar los significados de los correos electrónicos que leemos. Es una condición de los seres humanos.
Si las emociones no son claras en el mensaje escrito, entonces nosotros las agregamos y las interpretamos en forma “arbitraria” (instintiva). Es casi imposible ser "neutros" al leer un e-mail. La lectura siempre detona nuestra imaginación.
Además, en la interpretación de los mensajes escritos siempre sumamos nuestro estado de ánimo del momento y nuestros propios prejuicios.
Prueba: Lee 24 horas después un mensaje que te molestó y verás que el efecto que te produce no es el mismo.
Por estas razones es frecuente encontrar a compañeros de trabajo que de manera inconsciente gesticulan expresiones cuando están leyendo un correo electrónico, actuando lo que suponen que es “el tono” de ese mensaje.
Muchas veces uno comenta en relación a un e-mail: “Pero, por qué esta persona me está gritando”, cuando en realidad no hay ningún indicio explícito de ello en el mensaje (por ejemplo, signos de admiración).
Sólo se trata de un juicio especulativo de nuestra parte, que hacemos por lo que sentimos al leer el e-mail, o por los prejuicios que tenemos del remitente.
Este efecto suele originar en toda clase de trabajo y en los distintos niveles de empleados discusiones interminables a través de correos electrónicos.
La especulación inconciente sobre la intención del remitente de un e-mail debe ser sustituida por la búsqueda conciente de la información que necesitemos para interpretar adecuadamente un mensaje.
junio 20, 2007
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