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marzo 12, 2010

Cómo consumimos información escrita

Las personas actuamos frente a la información de una manera similar a como los animales salvajes cazan a sus presas. Así lo plantean los estudios sobre búsqueda de información (information foraging) de Peter Pirolli y Stuard Card, en el Centro de Investigaciones de Palo Alto (PARC).

Pirolli desarrolló un modelo cognitivo que permite analizar cualitativamente los patrones del comportamiento humano cuando interactua con información, bien sea para buscarla, detectarla o consumirla.

Por ejemplo, al hojear un peródico tendemos a ver primero los titulares de las noticias. Su contenido nos ayuda a decidir si vale la pena o no profundizar en esa información.

Sin embargo, hay otros aspectos que igualmente inciden en nuestra percepción sobre la relevancia de la información. Tal es el caso de la cantidad, la cual puede disuadirnos de “consumirla” si “olfateamos” que requiere demasiado esfuerzo, o si percibimos que el beneficio que obtendremos de la lectura no justifica su consumo.

Si aplicamos el modelo al comportamiento de los animales salvajes, podemos entender por qué las fieras igualmente no deciden cazar los animales más grandes, aunque teóricamente representen más "beneficios". Instintivamente, esos cazadores saben que mientras mayor es el tamaño de su presa mayor será el esfuerzo que deberán hacer para cazarla y consumirla. Lo más seguro es que no se la coman toda y haya desperdicio.

Cuando se aplica a Internet, el modelo nos permite explicar la secuencia de clicks que hacemos en las páginas web para conseguir información. Decidimos interactuar con los links que percibimos como claves (explícitas o implícitas) del camino que a su vez intuimos nos permitirá conseguir lo que estamos buscando de la manera más rápida.

Por ejemplo, para decidir la prioridad de atención de los correos electrónicos que recibimos, “olfateamos” su importancia viendo el nombre del remitente y el título del mensaje. Esas claves las contrastamos con el posicionamiento que tiene en nuestra mente la persona que nos escribe.

Así pues, atendemos más rápidamente los e-mails que vienen del jefe o de un cliente importante, y dejamos para más tarde los mensajes de las personas que nos envían correos con demasiada frecuencia.

Según Pirolli, el aroma de la información (“information scent”) es una medida psicológica sobre la relevancia y pertinencia que tiene un link o un fragmento informativo, de acuerdo a necesidades y objetivos como “cazadores”. Por eso nos resultan muy útiles los sumarios en los textos muy largos, o ese primer párrafo que en las noticias se conoce como “lead”. Ambos son ejemplos de recursos que nos permiten “olfatear” la información para decidir si la continuamos “hurgando”.

Si tomas en cuenta estos patrones de conducta, puedes estructurar una información determinada de manera más eficiente. Es decir, en función de la comodidad dellector para "olfatearla" y "consumirla".

Por eso es tan importante que los e-mails tengan títulos más explícitos, que las oraciones tengan un máximo de 15 y 20 palabras, y que los párrafos no tengan más de 3 ó 4 oraciones.