Desde la posición de destinatarios, podemos contribuir significativamente a reducir el volumen de mensajes corporativos innecesarios o inapropiados que circulan en la red.
De esa manera estaríamos haciendo también un gran aporte al mejoramiento de los hábitos de comunicación escrita dentro de las empresas.
Si enviamos menos e-mails recibiremos también menos e-mails.
Uno de los retos más importantes que tenemos es dejar de reaccionar impulsivamente frente a correos electrónicos que nos hacen sentir tratados de manera inapropiada o irrespetados.
No especules sobre la intención del mensaje que lees. Es decir, no leas lo que no está en el texto y no interpretes más hayá de lo que es explícito.
Para esto es necesario estar conscientes de cómo funciona nuestros sistema perceptivo cuando estamos leyendo.
Somos muy sensibles a las emociones escritas, porque no contamos con parámetros claros que nos ayuden a comprender la magnitud de las expresiones que leemos.
A menos que el remitente tenga amplias habilidades para la comunicación escrita, las emociones en los e-mails, en la mayoría de los casos, son difíciles de interpretar correctamente de acuerdo con la intención del remitente.
Por esta razón es muy fácil equivocarse en la interpretación del tono de un mensaje escrito.
Si tienes dudas, la buena práctica gerencia es: ¡No supongas nada! Los mensajes escritos son ambuos por naturaleza. Pregúntale a tu remitente lo que no entiendas.
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