(Fragmento del libro "El e-mail en el trabajo. Manual de Supervivencia. Soluciones y Consejos. www.libroscograf.com).
En marzo de 1994, una firma de abogados en USA (Canter & Siegel), publicó el primer mensaje comercial no solicitado (“spam”) para promocionar la empresa. Se trataba de un experimento, como contó después Siegel en su libro “Cómo hacer una fortuna en la autopista de la información”. Pero con el tiempo se ha convertido en uno de los dolores de cabeza más grandes de Internet.
Como puede verse al principio de esta reseña, si bien el e-mail fue creado por una élite de científicos con unos propósitos muy específicos, ellos mismos fueron arrastrados por el poder de interconexión humana de esta herramienta.
En Venezuela, la historia del e-mail es mucho más reciente, aunque las personas que lo usan en el presente tienen la sensación de haberlo utilizado toda la vida. La experiencia es tan fuerte que parece que la gente olvida cómo era su vida antes del correo electrónico.
Si bien en los años 80 algunas de las corporaciones más grandes del país contaron con sistemas privados de mensajes electrónicos, como el “CCMail”, no fue sino hasta el año 94 que comenzó a existir la posibilidad de contratar una cuenta personal de conexión a Internet, y en consecuencia, poder contar con una dirección y un buzón de correo electrónico.
Hasta el año 2000, en el país habían menos de 200 mil suscripciones pagadas a Internet, y en ese momento cada cuenta de acceso podía ser utilizada hasta por tres personas. Lo que entonces significaba un universo de unos 600 mil internautas, versus los 4.5 millones que existen para finales del 2007.
Podemos decir que el e-mail cada día tiene más importancia como herramienta de trabajo y esto supone un proceso creciente de absorción de nuestro tiempo, en una función para la que no contamos con un entrenamiento formal, o claros lineamientos que sirvan de guía en el quehacer cotidiano.
En las empresas hemos asumido las destrezas básicas de escritura como condición suficiente para garantizar las comunicaciones a través de este medio. Pero todos los días queda demostrado que no es así y que la comunicación escrita requiere de habilidades especiales, no sólo de redacción, sino de comprensión de los diferentes factores que influyen para que un mensaje a través del e-mail sea positivamente productivo.
Para adquirir esas destrezas hace falta aceptar la necesidad de entrenarnos más y mejor. Las empresas tienen el reto de implementar adecuados programas de entrenamiento e inducción en este sentido, pero los trabajadores tenemos la responsabilidad individual de prepararnos mejor de lo que hace el sistema educativo formal en materia de comunicación escrita.
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