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noviembre 11, 2009

Influencia del e-mail en la percepción que tenemos del tiempo

Cuando somos remitentes podemos llegar a sentir mucha ansiedad con los mensajes que enviamos.

En ciertas ocasiones actuamos como si los e-mails llegaran directamente al cerebro del destinatario, sin pasar por la bandeja de entrada. Apenas uno envía el mensaje y enseguida piensa:

"¿Ya habrán leido el e-mail?"

"¿Le habrán hecho caso?"

"Voy a llamar para estar seguro..."

Otras veces, tenemos la osadía de enviar mensajes sobre los cuales sospechamos que pueden generar cierta confusión o conflictos. Parece que el estrés puede superar la capacidad de precaución.

Sin embargo, aunque la situación sea muy delicada o compleja, siempre nos sentimos aliviados por poder contar con el teléfono como medio alterno.

Pero esta "comodidad" con el teléfono nos puede llevar a trabajar mucho más de lo necesario (imagina que llamas por teléfono y no consigues a la persona en ese momento...).

Por su parte, los destinatarios viven angustias similares pero en su perspectiva...

Cuando reciben ciertos mensajes (sin ni siquiera abrirlos) son propensos a tener este tipo de reacción o pensamiento:

"Cónchale... Otro e-mail de..."

"¿Qué quiere decir este con 'Importante'?... ¿Y lo que hago?"

"Lo reviso en lo que pueda..."

"Ahora no tengo tiempo de leerlo..."

"Seguro es otra pérdida de tiempo..."

"¿Llamaré?... Llamarán..."

Al enviar muchos correos electrónicos los remitentes sentimos que salimos de un asunto "rápidamente". Pero eso únicamente es una sensación sobre el uso de nuestro tiempo, que no toma en cuenta el tiempo de reacción y procesamiento del destinatario...

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